En una noche que evocó las legendarias finales de 2008 y 2012 entre Estados Unidos y España, la selección de Serbia ofreció una actuación memorable en la semifinal olímpica, quedando a un paso de hacer historia.
Aunque finalmente cayeron por 95-91, el partido será recordado como una de las batallas más intensas que el Dream Team ha enfrentado, un enfrentamiento que pudo cambiar el rumbo de la historia del baloncesto.
Nikola Jokic fue el motor del equipo serbio, alrededor del cual giró un movimiento de balón fluido y preciso. Con un acierto desde el perímetro que superó el 50% en momentos clave, Serbia no solo demostró que creía en sus posibilidades, sino que contagió esa creencia a todos los presentes en el Bercy Arena.
A medida que avanzaba el partido, la confianza en la victoria serbia crecía, con el marcador inclinado a su favor al cierre del tercer cuarto con un 76-63 que desató la ilusión y la incredulidad entre los espectadores.
Sin embargo, con la ventaja en sus manos, los serbios comenzaron a sentirse sobrecogidos por la posibilidad de la victoria. La presión de estar tan cerca del triunfo, combinada con la calidad del rival, les llevó a adoptar un enfoque más conservador en el último cuarto.
Intentaron gestionar el tiempo en lugar de mantener la agresividad que les había dado ventaja. Pero contra un equipo como Estados Unidos, diez minutos pueden parecer una eternidad.
Las estrellas estadounidenses no tardaron en responder. Stephen Curry lideró la remontada con una exhibición de 36 puntos y 9 triples, mientras que LeBron James inspiró a sus compañeros con un triple–doble de 16 puntos, 12 rebotes y 10 asistencias.
Joel Embiid, a menudo criticado por su inclusión en el equipo, se mostró dominante en ambos extremos de la cancha, y Kevin Durant, tras un inicio discreto, se destacó con varios tiros clave que sellaron la victoria estadounidense.
En los minutos finales, Serbia empezó a perder la compostura que los había mantenido en control. El balón ya no circulaba con la misma fluidez, los tiros abiertos dejaron de entrar y la presión hizo mella en el equipo.
Incluso decisiones cuestionables del técnico Pesic, como sentar a Aleksa Avramovic en el tramo decisivo, contribuyeron al desenlace adverso.
Aunque el resultado es amargo para Serbia, con el tiempo, este partido será visto como un testimonio de su capacidad y determinación.
Por otro lado, para Estados Unidos, la victoria sirve como un recordatorio de que el baloncesto europeo sigue acortando distancias, dejando en el aire la posibilidad de que un nuevo desafío pueda surgir en la final contra Francia.