El inicio de temporada ha expuesto una cruda realidad para los Yankees de Nueva York: su rotación de lanzadores vive una crisis sin precedentes. Mientras Max Fried, la estrella fichada en agencia libre, mantiene un rendimiento acorde a su reputación (2.98 ERA en 6 aperturas), el resto del staff acumula números catastróficos.
Las estadísticas no mienten: 35 carreras limpias en 45.1 entradas lanzadas, traduciéndose en una efectividad colectiva de 6.95 para los abridores que no son Fried.
Este colapso adquiere dimensiones alarmantes en la división más competitiva de la Liga Americana. Carlos Rodón (8.02 ERA) y Marcus Stroman (7.34 ERA) –figuras clave en la estrategia inicial del equipo– han sido blanco constante de los bateadores rivales.
A ellos se suman las decepcionantes actuaciones de Carlos Carrasco (6.89 ERA) y el novato Will Warren (7.94 ERA), cuyo debut en Grandes Ligas ha estado lejos de ser el esperado.
The Yankees non-Fried starters have a 6.95 ERA this season (35 ER in 45.1 IP)
— New York Yankees Stats (@nyyankeesstats) April 11, 2025
Aaron Boone, mánager del equipo, enfrenta un dilema estratégico. La sobrecarga del bullpen –obligado a relevar temprano en el 70% de los juegos– y la ausencia prolongada de Gerrit Cole (lesión en el codo desde marzo) complican cualquier ajuste inmediato.
Las opciones se reducen a dos vías: dar tiempo a que los lanzadores encuentren su ritmo o recurrir urgentemente a prospectos de las Ligas Menores como Clayton Beeter o Will Warren.
El contexto agrava la situación: los Yankees destinaron 187 millones de dólares en reforzar su roster para esta campaña, incluyendo el megacontrato de Fried. Sin embargo, la falta de profundidad en la rotación amenaza con sepultar sus aspiraciones de postemporada.
Como señaló un scout de la MLB bajo condición de anonimato: «Ningún equipo llega a octubre con solo un lanzador confiable. Necesitan que al menos dos de estos abridores reduzcan su ERA a 4.00 antes del Juego de las Estrellas».
La ventana de acción es clara. Con 142 juegos por delante, las soluciones deben llegar antes de que la brecha en la división se vuelva insalvable. Mientras tanto, cada apertura se convierte en un examen de fuego para un equipo que prometía ser contendiente, pero que hoy lucha por no naufragar en abril.