El béisbol, un deporte donde los detalles marcan la diferencia, enfrenta nuevamente un debate ancestral: ¿dónde está el límite entre la astucia táctica y la ventaja indebida? Esta discusión resurgió con fuerza tras la reciente actuación de los Yankees de Nueva York en un encuentro cargado de suspenso.
Todo ocurrió durante la séptima entrada, con Austin Wells al bate frente al lanzador dominicano Wandy Peralta. Mientras las bases estaban llenas, las cámaras captaron un movimiento revelador: Cody Bellinger, ubicado en segunda base, tocaba sistemáticamente su casco cada vez que identificaba que Peralta lanzaría una bola curva.
Si anticipaba una recta, permanecía estático. Este patrón coincidió con el momento decisivo: Wells conectó un grand slam que selló la victoria con un marcador de 10-1.
Aunque no se detectó uso de tecnología ilegal –práctica que en 2017 llevó a sanciones históricas en las Grandes Ligas–, el incidente generó divisiones. El llamado «robo de señas manual», donde los corredores observan al receptor para transmitir información al bateador, es técnicamente legal pero éticamente cuestionado.
Como señaló un analista anónimo de MLB: «Es un juego dentro del juego, pero cuando resulta en jugadas decisivas, la línea entre genialidad y falta se difumina».
¿Por qué este caso escaló?
La conexión entre las acciones de Bellinger y el grand slam resultó explosiva. En redes sociales, los fanáticos se polarizaron: algunos defendieron la «inteligencia deportiva», mientras otros calificaron la maniobra de «trampa camuflada».
Curiosamente, este método contrasta con el escándalo de los Astros de Houston en 2017, donde se usaron cámaras y dispositivos electrónicos –prácticas expresamente prohibidas–.
Las Grandes Ligas mantienen ambigüedad en su reglamento. Mientras el artículo 6-04 prohíbe usar «equipos electrónicos» para descifrar señas, no regula explícitamente la observación visual.
Esta laguna jurídica permite que equipos como los Yankees –acusados históricamente de perfeccionar estas tácticas– sigan utilizando métodos que, para puristas como el miembro del Salón de la Fama Pedro Martínez, «desnaturalizan el duelo puro entre lanzador y bateador».
El incidente no solo reabrió debates éticos, sino que también puso bajo lupa la evolución de las estrategias en el béisbol moderno. ¿Deberían implementarse nuevas regulaciones? Mientras las discusiones continúan, lo cierto es que la polémica está lejos de ser un strike three.