Willie Cauley-Stein, un nombre que resonó en la NBA, de repente desapareció del radar en 2022. Sus últimos momentos en la liga, vistiendo la camiseta de los Philadelphia 76ers, fueron discretos, en un partido contra los New York Knicks.
Pero detrás de su ausencia se escondía una lucha silenciosa y peligrosa: la adicción a potentes analgésicos, una batalla que casi le cuesta la vida.
El inicio de una pesadilla
La vida de Cauley–Stein dio un giro oscuro en 2019. Enfrentando problemas de salud mental, comenzó a consumir analgésicos para mitigar el dolor físico y emocional que lo asolaba.
Sin embargo, lo que parecía una solución temporal se convirtió en una trampa mortal: los medicamentos que tomaba estaban contaminados con fentanilo, un opioide sintético extremadamente peligroso.
En sus propias palabras, llegó a consumir cientos de pastillas durante meses y años. «Podría haber muerto», confesó el jugador en una entrevista reciente con The Athletic.
El peso del dolor y la pérdida
El origen de su adicción se remonta a un período de su vida marcado por tragedias personales. Cauley-Stein enfrentó la pérdida violenta de un amigo, quien fue asesinado en una casa que él mismo había arrendado.
Este evento traumático fue seguido por la muerte de su abuela, la mujer que lo había criado. Estos golpes emocionales lo empujaron a buscar alivio en las drogas, lo que eventualmente lo llevó a ingresar en una clínica de desintoxicación, donde pasó 65 días luchando por su vida.
La luz al final del túnel
A pesar de lo sombrío de su situación, Willie Cauley-Stein encontró la fuerza para luchar. Gracias al apoyo incondicional de su esposa y amigos, comenzó a reconstruir su vida.
Decidió regresar a Kentucky, el lugar donde había vivido algunos de los mejores momentos de su juventud universitaria, buscando recuperar su paz interior y su pasión por el baloncesto.
Un regreso simbólico
Ahora, Cauley–Stein ha vuelto a las canchas, participando en The Basketball Tournament, un evento que reúne a equipos de jugadores, muchos de ellos con pasado universitario, y que ofrece un premio de un millón de dólares. Su regreso no solo simboliza una segunda oportunidad en el deporte, sino también en la vida.